FICHA TÉCNICA



Título obra Nuestra ciudad

Notas de Título Our town (título en el idioma original

Autoría Thornton Wilder

Dirección Fernando Wagner

Elenco Margot Wagner, Amparo Grifell, Emma Fink, Julio Monterde, Augusto Benedico, Jorge Martínez de Hoyos, Raúl Dantés

Escenografía Agustín Lazo

Espacios teatrales Teatro del Palacio de Bellas Artes




Cómo citar Maria y Campos, Armando de. "Representaciones en español de Our town (Nuestra ciudad), de Thornton Wilder, en Bellas Artes". Novedades, 1951. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Novedades

Columna El Teatro

Representaciones en español de Our town (Nuestra ciudad), de Thornton Wilder, en Bellas Artes

Armando de Maria y Campos

Bajo el patrocinio del Instituto Mexiconorteamericano de Relaciones Culturales se ha representado, en la sala de espectáculos del Palacio de Bellas Artes, en español, la comedia Nuestra ciudadOur town–, del autor norteamericano Thornton Wilder (nacido en 1897, en Madison, Wisconsin), que el público culto de México vio representar en inglés a Melvyn Douglas, con Elizabeth Templeton y William van Sleet, del cuatro al nueve de marzo de 1948, durante la temporada de teatro americano que celebraron en el Esperanza Iris los animadores Melvin Parks, Sam Pearce y Martín S. Holman. En aquella ocasión dije1 cuanto convenía sobre esta obra, Premio Pulitzer 1938, y sobre su interesante autor, Thornton Wilder.

La representación en español de Nuestra ciudad por un grupo de actores bajo la dirección de Fernando Wagner no ha satisfecho en general al público de ahora, y no ha faltado quien haya calificado a esta pieza de anticuada y aun de mediocre. No soy de la misma opinión. Al socaire de este juicio a las volandas, no se ha hecho la justicia que merecen los entusiastas y esforzados intérpretes de la versión española de Our town, muy digna por cierto, y no se han prodigado los elogios que merece la sobria dirección de Fernando Wagner, que supo darle extraordinaria movilidad al segundo acto y acentuar el clima de poesía y misterio del tercero. Movió Wagner a todos sus personajes con discreta, ponderada apariencia de irrealidad, como corresponde al tema, y en ningún momento permitió que tan difícil expresión escénica derivara en lo pueril y chabacano. Y sólo le reprocho su afición a sacar a los personajes de las tres paredes convencionales, haciéndolos actuar delante de la embocadura –que enmarca la cuarta invisible pared–, o aparecer entre el público, lo que contribuye a romper la doble convencionalidad del teatro y... de Our town.

Los actores de Wagner se sabían su papel y estuvieron seguros en sus movimientos, José Luis Jiménez, que llevó el peso de la obra, dijo su parte con naturalidad e intención flexible, Margot Wagner, Amparo Grifell y Emma Fink, como Julio Monterde, Augusto Benedico, Jorge Martínez de Hoyos y Raúl Dantés, entendieron y dijeron con soltura sus partes, y, con el resto de los actores, colaboraron en el éxito de representación que no es justo negar a la versión española de esta interesante muestra del repertorio teatral norteamericano. Apuntemos, de paso, que la versión al castellano no es menos que discreta.

Thornton Wilder continúa siendo una de las ilustres figuras de la literatura norteamericana, como autor dramático y novelista. Desde su primera novela, The Cabala (1926) hasta la última, Los idus de marzo (1946), el creador de Our town personifica en la literatura norteamericana la expresión del artista puro y una finalidad de la belleza por la vía de la forma armoniosa. Observe el lector acucioso cómo hay siempre una moraleja simple y cordial en la fábula de Wilder, ya escriba sobre una cortesana criolla (la Perricholi en El puente de San Luis rey), o sobre una hetera de Jonia en Una mujer de Andros. Wilder, humanista, se reduce a sugerir que el amor en su más amplio sentido, y no sólo como pasión, es el único puente que puede salvar la zona de soledad y aislamiento que circunda a cada ser viviente.

Cuando en 1937 Thornton Wilder declaró públicamente su intención de renunciar a escribir más novelas, por ser un género que había agotado sus posibilidades, pese a los experimentos de Proust, Joyce y Kafka, culminó su intento en innovaciones, no menos felices que las de Pirandello, en esta pieza Our town, estrenada en 1938, mereciendo el premio Pulitzer, que ya había ganado como novelista con El puente de San Luis rey. Wilder despojó a su teatro del aparato decorativo que se había venido acumulando desde los tiempos de Shakespeare o de Calderón, para dejar nuevamente al director apuntador que describiese de palabra la utilería que debió ocupar el escenario. Eso fue todo. Demostró que el teatro no es ya propiamente literatura, porque los personajes modernos no pueden producirse en verso, sino en la prosa más llana y simple. Thornton Wilder, catedrático de verdad y estudiante de los clásicos, halló el camino de llegar a la verdad de sus ficciones por el camino más directo, Nuestra ciudad, pirandelliana y todo, es un ejemplo teatral de lo vernacular de la democracia norteamericana de hoy.

Es inconcuso que nacido y llegado a la mayoría de edad en treinta años de vida apenas, el teatro norteamericano moderno, revela una vitalidad y fuerza sorprendentes. Y es natural que así ocurra, porque al revés de otros teatros cargados de tradición, en el teatro norteamericano se advierte, desde el primer vagido, una reconfortante sensación de plain air. Mientras el teatro francés vive aún de problemas de alcoba –oh, eterno triángulo amoroso– y autores tan modernos de Salacrou o Anouilh, vuelven a tomar los temas que creímos agotados por Bataille y Portoriche, los norteamericanos, creadores de un teatro individualista, procuran, sobre todo, subrayar la situación del hombre frente a los avances de sociedad, y reflejar la condición humana en este tiempo, tan diferente a todos los tiempos.

No; no ha envejecido esta pieza de Wilder. Tal vez no sea éste su nuevo momento. Casi todas las obras de teatro dejan de estar de moda. Las modas pasan, para no volver. El teatro norteamericano, maduro ya en su juventud, muy equilibrado en su exuberancia, no es víctima de modas teatrales. Sencillamente, está adquiriendo experiencia. Una, muy valiosa, fue, y es, Our town. Las experiencias se suceden, y casi todas pasan, y se quedan, a la vez, o ceden sitio. Cada temporada norteamericana aparece un nombre, y detrás de él, un autor: Irving Shaw, Tennessee Williams, William Saroyan, Arthur Miller. El teatro norteamericano, sano, vigoroso, estimulante, tiene un porvenir extraordinario, precisamente en un momento de franca decadencia de la mayoría de los teatros del mundo.

1 Ver Novedades del 6 de marzo de 1948.