Tiempo Libre

Columna Teatro

La ruta
Experiencia escénica en combi

Bruno Bert

En general existe una clara distancia física entre el actor y el espectador. Aun en un teatro de cámara para 50 personas. Por supuesto se han hecho experiencias al contrario, pero no son muchas, al menos en nuestro medio. Como La confesión, por ejemplo, donde un actor trabajaba para un espectador mirándolo a los ojos y hablándole directa y exclusivamente a él. O como La Ruta, que ahora está presentándose bajo creación de Fernando Martínez Monroy... en una pesera que circula por las calles de la ciudad.

La experiencia supone –sólo eso, porque en realidad prácticamente todos ya están enterados de antemano cómo es el juego– que nos trepamos a un pequeño vehículo como espectadores de una obra que se dará en un sitio desconocido a una cierta distancia. En el desplazamiento, dos de los viajeros (una pareja) comienzan en voz baja una discusión que terminará en un enfrentamiento en sordina con todas las reglas del melodrama... y que es justamente la obra que nos toca ver.

No se trata de teatro invisible, al estilo de Boal, porque la identidad de los actores es descubierta aún antes que la combi arranque; tampoco es interactivo, ya que los pasajeros no están pensados para que intervengan en la acción, pero sí es una experiencia que rompe distancias y obliga a un proceso de adecuación al espectador tradicional, que no siempre se decide a mirar directamente y a escuchar de manera abierta a quienes, aun estando en otro universo –el de la ficción dramática– se hallan físicamente tan próximos.

Entonces, La Ruta, más que una obra de teatro es una experiencia escénica en donde todos somos elementos de observación. Importa el fenómeno global y cómo en éste, la disposición de los miembros modifica la forma de relación y convivencia entre hacedores y espectadores que se ven mutuamente interpenetrados por el elemento espacial y por el formato ultranaturalista del trabajo actoral, que tiende a confundir las distancias entre realidad y teatro.

El texto y la estructura narrativa tienen que ser necesariamente coloquiales, incluso con la fragmentación que la conversación presenta cuando se habla en público y casi en voz baja, lleno de elipsis y sobreentendidos. No debemos sentir el carácter "literario" del material, sino asimilarlo con empatía a nuestra experiencia cotidiana tanto por haber ya oído esto alguna vez o haberlo vivido en alguna de sus variantes. Y esto lo logran plenamente, como también esa molesta sensación (que incluye cierto morboso placer) de sentirse voyeur de una desavenencia de pareja, con bofetada y lágrimas incluidas.

Entonces, podemos decir que lo que Martínez Monroy se propone como experimentador teatral en cuanto a construcción, dirección, texto y manejo de actores, se da con eficacia. Lo mismo que el trabajo de sus dos intérpretes –Pilar Villanueva y Omar Argentinos Galván– siempre convincente, muy medido y en creciente seguridad a medida que pasan los minutos. Y no deja de hacernos pensar que con frecuencia el buscar qué pasa dentro de las cabezas y los recovecos sicológicos de las parejas es una forma de alejarse del caos social, de la confusión política, de la errática situación económica y cultural imperante en ese espacio social. Y ¿por qué no?, de preguntarse también cuál es la capacidad de incidencia del espectador para modificar las reglas del juego –teatral o social– impuestas por la dirección y las circunstancias históricas.

LA RUTA. Autor y director Fernando Martínez Monroy. Con Ornar Argentinos Galván y Pilar Villanueva. Cupo limitado a 12 personas. Salida Centro Cultural Helénico, Revolución 1500, Guadalupe Inn, 5662-8674 y 5662-7535. Jueves, 20:30; viernes, 20:30; sábado, 19:00 y 21:00; domingo, 18:00 y 19:30 horas. Localidades por confirmar. Adolescentes y adultos. Duración aproximada 50 mins. Estacionamiento. (Sur)