FICHA TÉCNICA



Título obra País de sensibles

Autoría José Dimayuga

Dirección José Enrique Gorlero

Elenco Mónica Serna, Luis Ibar, Mariza Gómez

Escenografía Arturo Nava

Iluminación Arturo Nava

Espacios teatrales Teatro Coyoacán




Cómo citar Bert, Bruno. "Instantánea familiar". Tiempo Libre, 1997. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



imagen facsimilar


Teatro

Instantánea familiar

Bruno Bert

De José Dimayuga sólo había visto en escena Arcángel, ese material que montara Tito Vasconcelos a principios del 93. Hoy volvemos a encontrarlo con País de sensibles, que José Enrique Gorlero acaba de estrenar en el teatro Coyoacán.

Tal vez lo que puede vincular ambas obras es un cierto sentido del humor, con una tendencia fársica que aligera la densidad de algunos personajes y lo melodramático de las situaciones presentadas. Y una tendencia hacia un teatro de caracteres, reconocible en nuestro México pero que bien puede extrapolarse a otras latitudes. Aquí las situaciones se suceden en un modesto departamento donde vive una mujer con su hija que, por lo narrado, debe andar por los treinta años. A las que se suma la presencia de un hijo y hermano que las visitan por unas horas. Partimos entonces del clásico espacio claustral de la clase media usado para airear todos los viejos rencores, las historias más ácidas y un sostenido deseo de mutua destrucción en un baño de pastoso chocolate llamado "amor familiar". Nada falta: ni los edipos tempestuosos, ni los incestos violentos, e incluso anda por allí un crimen que al parecer alguno de los tres ha cometido como forma de venganza y que ha significado seis años de cárcel para la hija, que acaba de quedar en libertad, bastante dañada, psicológicamente hablando.

La función de la obra es la develación de ese mundo en putrefacción con los ingredientes satíricos y fársicos que antes mencionábamos, como para que en lugar de cortarnos las venas, los espectadores podamos reír de lo que es tan evidentemente reconocible a nuestro alrededor. No es una obra muy interesante, dramatúrgicamente hablando —sobre todo porque hace mucho que el teatro nos pone, desde similares perspectivas, frente a tales panoramas, lo cual significa no aportar una visión nueva de un problema viejo— pero sí eficiente para los propósitos que se propone.

Arturo Nava diseña con habilidad y oficio el espacio del departamento, haciéndole asumir, como la obra, un carácter naturalista, pero rompiendo la ilustración a través del estallido de las estructuras de sostén que aparecen parcialmente a la vista, acompañando en significación la desnudez emocional de los personajes. Gorlero por su parte, asume la estructuración global del discurso, partiendo de lo que éste puede permitir a un director, distinto por supuesto a las experiencias de lenguaje en las que habitualmente lo hemos visto abocado. Aquí, más que trabajar las imágenes y su significación, se encuentra constreñido a lograr un sentido de verosimilitud y eficacia por manejo de actores, ritmo y procesamiento de secuencias. Naturalmente, el horizonte de su trabajo se halla cercano al de la obra misma, y por lo tanto lo que recibimos es una puesta correcta y profesional que logra una corriente de simpatía con el espectador pero que tal vez agote allí posibles perspectivas de proyección.

En lo que hace a los tres actores, tenemos a Mónica Serna en el papel protagónico de la madre. Su labor, como casi siempre, resulta atractiva por el impulso y empeño que emplea en su personaje, sin embargo siento que posiblemente admitiría un mayor trabajo de matices. La máscara resulta excesiva mente áspera y externa, lo que contagia, por su propio peso, un tanto a los otros dos personajes, asumidos por Luis Ibar y Mariza Gómez. Sin embargo, aun siendo intérpretes de reciente ingreso al espacio profesional, se los ve cuidando sus papeles, en un empeño de crecimiento que es capaz de sustituir lo que aún no poseen de práctica, con momentos muy gratos en ambos casos.

En definitiva, País de sensibles, desde su mismo nombre, intenta una vertiente que partiendo de un teatro psicológico sea capaz de superarla con una lectura más distanciada y de acercamiento a lo social. Para esto echa manos a referentes del entorno que se hallan en el discurso del autor y resoluciones escénicas que pertenecen al director y los actores, empeñados también en ese despegue de la visión inmediata, rio siempre lo logran, pero la factura global es suficientemente sólida como para que valga la pena desplazarnos hasta el teatro Coyoacán.