FICHA TÉCNICA



Título obra Cuestión de narices

Autoría Maruxa Vilalta

Dirección Óscar Ledesma

Elenco Carlos Bracho, Joaquín Lanz, Andrea Cotto, Rodolfo Roca, María Wagner, Martha Ofelia Galindo, María Luisa Alcalá, Quijada, Larrea, Carlitos Vázquez, Kiko Meyer, Salvador Zea, Raúl Dantés

Escenografía Antonio López Mancera

Espacios teatrales Teatro Orientación




Cómo citar Solana, Rafael. "Cuestión de narices de Maruxa Vilalta, dirige Óscar Ledezma". Siempre!, 1966. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

Siempre!   |   28 de septiembre de 1966

Columna Teatro

Cuestión de narices de Maruxa Vilalta, dirige Óscar Ledezma

Rafael Solana

Un estreno de Maruxa Vilalta es siempre un acontecimiento(1). Se ha convertido esta valiosa dama en uno de los más importantes nombres del teatro mexicano; como Basurto, como Cantón, como Gorostiza o Novo, ejerce, dentro del mundo del teatro, varias actividades; es un inteligente crítico, es una directora muy eficaz, que ya triunfó con amplitud, y es también, esperemos que sobre todo, una inquieta autora, que ha conocido ya repetidamente el aplauso del público, a quien, con el ejercicio de todas estas disciplinas, puede decirse que conoce.

Sin embargo, aunque Maruxa sepa lo que es el público, y lo que quiere, parece desdeñarlo, para lanzarse por un camino de descubrimientos, para renovarse y mantenerse a la moda, que es una preocupación muy femenina. Su nueva obra en nada se parece a Un país feliz ni a Los desorientados, que la precedieron, sino se orienta hacia diferentes metas, a las que apuntaron ya algunas obras breves de esta autora. Sabedora de que sus colegas festejan y premian el teatro novedoso, se salió de los moldes clásicos, que conoce y domina, para escribir una pieza simbólica, alegórica, llena de alusiones, y con más mensajes que la bolsa de un repartidor de telégrafos la mañana de San Juan. Más que una obra teatral con mensaje quiso hacer la señora de Yáñez un mensaje con cierta teatralidad en la forma; no se trataba de una gran comedia, sino de un gran mensaje; lo importante era el mensaje, y no la forma artística que lo contuviera; y, la verdad, como dijo algún crítico,"es bueno el mensaje, pero no tan ancho"; se le fue todo a la distinguida escritora en hacernos notar, por medio de una insistente reiteración, la moraleja de su pieza; muy noble, muy elevada, muy constructiva; pero nos pareció más la moral de un discurso en la sede de las Naciones Unidas que la de una pieza teatral; en fin... cada quien su mensaje; de ninguna manera diremos que haya sido trivial o poco estimable el de la obra de Maruxa; todo lo contrario, es un gran mensaje, digno del Papa en Nueva York, pero... la verdad, ¿íbamos al teatro a oír una tesis, o a ver una comedia?

Tenemos que hacer constar, con sinceridad de críticos, y con la alta estima que la autora nos merece, que en un platillo de la balanza poníamos la gran trascendencia del mensaje, y en otro el aburrimiento que su exposición nos producía, que poníamos en la columna del haber la habilidad con que la escritora manejó 21 personajes, a veces todos en escena, y en la del deber el silencio casi sepulcral que siguió a la caída del telón, apenas con unos cuantos no muy efusivos aplausos; quisiéramos poner en un bando el entusiasmo, merecedor del mayor estímulo con que la comediógrafa ha querido mantenerse a la moda, aunque le vaya mal, como si se hubiese puesto una falda ya-yá, y en el enemigo las entradas que la obra habrá hecho, que, sin tener una confirmación exacta, no suponemos muy altas. Con lo que el teatro Orientación después de una efímera temporada de llenos (con Libertad, libertad, en que también hay muchísimo mensaje, pero está atemperado por algunos blues muy hermosos y unos cuantos bellos espirituales) habrá vuelto a caer en los vacíos desoladores a que ya nos tenía acostumbrados.

Estamos hablando de Cuestión de narices, una obra que tal vez Maruxa escribió pensando en acabar con las guerras y con los partidos, o por lo menos en colaborar para ese fin con un granito de arena o con un costal de arena de granito. Muy al principio de la pieza pudimos darnos clarísima cuenta del mensaje; sin embargo, por si tuviera un público de retrasados mentales, la autora insistió en martillearlo; el director, por si el público fuese de sordos, lo entonó un poco a gritos; como era muy difícil que cada uno de 21 personajes dijese una cosa distinta, lo hizo Maruxa hablar a coro, la mitad primero y la otra mitad después, como en tiempo de los griegos. Para facilitar más las cosas hizo a estas dos mitades del coro decir exactamente lo mismo. El director puso los mismos movimientos, de manera que creyésemos estar viendo un espejo y oyendo un eco. Esto contiene parte del mensaje, de modo que no fue repetición estilística, sino mensajística. Llegó un momento en que ya el público de la noche del estreno padecía una verdadera indigestión de mensaje; estábamos de mensaje hasta la campanilla.

Gran habilidad y gran experiencia ha demostrado el director, Oscar Ledesma, al manejar a este amplio grupo, al que tiene en constante movimiento, y, lo que es más de admirar el penoso estado de ánimo en que en esos días se encontraba el joven y valioso director, a quien desde aquí enviamos nuestras condolencias muy afectuosas, mantuvo el buen humor en aquel carnaval; buen humor que, desgraciadamente, no siempre pasó el foso de la orquesta para comunicarse al público. Los actores se movieron como agotados, y todos terminaron sudando.

No será barato el reparto de Cuestión de narices, pues vimos por allí jóvenes artistas muy distinguidos: Carlos Bracho, Joaquín Lanz, Andrea Cotto, Rodolfo Roca, María Wagner, Martha Ofelia Galindo, María Luisa Alcalá, Quijada, Larrea, Carlitos Vázquez, ahora ya en un papel que no es de niño, Kiko Meyer, Salvador Zea, que hizo otra vez el mudo que hace 20 años hizo en Judith Raúl Dantés, sólo que vestido de Divinas palabras, y otros muchos hasta llegar a la cifra que ya hemos mencionado; López Mancera contribuyó con una escenografía feliz y adecuada.

¿Irá a ser un éxito de público Cuestión de narices? Mucho lo dudamos. Porque no es por oír que le remachan un mensaje por lo que gusta el público de pagar su dinero. En cambio podemos augurar desde ahora como cosa segura que entrará en la terna de las mejores obras, a juicio de los críticos, al lado, o debajo, de Yo también hablo de la rosa, y de... todavía no vemos otra obra para completar tres; a lo mejor sale alguna de uno de los concursos.


Notas

1. El que se reseña tuvo lugar el 9 de septiembre. P. de m. A:Biblioteca de las Artes.