FICHA TÉCNICA



Título obra El gran elector

Autoría Ignacio Solares

Dirección Marcial Dávila

Elenco Ignacio Retes

Escenografía José de Santiago

Espacios teatrales Teatro Coyoacán




Cómo citar Rabell, Malkah. "El gran elector, con Ignacio Retes". El Día, 1993. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

El gran elector, con Ignacio Retes

Malkah Rabell

Hace unos tres o cuatro años, un joven dramaturgo absolutamente desconocido, Ignacio Solares, presentó en uno de los teatros universitarios, una obra novedosa en su concepto y en su montaje, en sus ideas y en sus principios políticos: El Jefe Máximo, que tuvo un extraordinario éxito. Actualmente, el mismo autor, con algunos elementos del anterior drama, trata de traer al escenario una pieza nueva: El Gran Elector, y en lugar de teatro nos ofrece un monólogo político, con algunas verdades a medias, y otras verdades personales. o por lo menos lo que considera personales. En resumen, con mucha política y muy poco teatro.

En realidad, la empresa, que se debe a Marcial Dávila y se presenta en el teatro Coyoacán, debería ofrecernos a la entrada un texto impreso de la obra, para poder discutirla y comprenderla con mayor claridad. Sin texto en mano no se logra recordarlo en su totalidad y se puede caer en muchas equivocaciones. Según lo juzga el programa de mano en su introducción: El Gran Elector, es a la vez farsa, y denuncia, humor y documento y se inserta en la mejor tradición de un tipo de teatro. Creo que esta tradición sobre todo pertenece a la carpa. Pero la puesta en escena en el pequeño teatro Coyoacán se me hace bastante aburrido, aunque me parece que entusiasma a la mayo ría del público. El personaje central: El Gran Elector, y a quien se llama todo el tiempo: "Señor Presidente", según juzga una parte del auditorio, refleja o reproduce, o simplemente es la caricatura del partido en él Poder desde sesenta años. Lo malo es que no pocos hemos pensado que realmente se trataba de algún Presidente, y desesperadamente buscábamos su identidad en algunos de los sexenios presidenciales. Y se nos hacía un tremendo desbarajuste en el pensamiento. Hasta que por fin hemos comprendido que el "Señor Presidente" no era un personaje en carne y hueso, sino un símbolo de sesenta años de gobierno, de un partido que se precia –según palabras del Señor Presidente– de haber cambiado la vida del país (lo que no deja de tener mucha verdad). Desde luego, si el país –y sobre todo la capital– ha cambiado radicalmente se debe también a otros muchos elementos. Otras de las aseveraciones del Señor Presidente es que su partido ha creado una clase media que no ha existido. También ello tiene mucho de verdad, aunque no toda la verdad. ¿Pero, acaso existen verdades absolutas?

Pues bien, así continúa su verborrea el Señor Presidente durante todo el espectáculo. Lo cual no deja de cansar, por más verdades que trate de decir y de las cuales trata de convencernos. El personaje que lo interrumpe constantemente y se pone a discutir con el secretario del Presidente, llamado Domínguez, a quien su jefe, el Señor Presidente, insulta y llama "pinche", pues este misteriosos personaje, sentado entre el público, debe ser la voz del pueblo. Una voz realmente muy inteligente, pero a la cual el Señor Presidente y su secretario, o su conciencia, o su ministro, no hacen caso, y a menudo insultan.

En el papel del Señor Presidente, Ignacio Retes volvió a reaparecer, después de muchos años de ausencia. E indudablemente hizo una creación, pero no pudo, pese a todos sus esfuerzos, salvar la representación de su monotonía, que no sentían los entusiastas partidarios de los discursos políticos. No se puede escuchar durante dos horas a una sola persona, por más que la interrumpa de tanto en tanto algún actor de segunda fila, y por más achaques enfermizos que le den, como locura o senilidad.

Con la misma intención que Solares tuvo en el Jefe Máximo donde introdujo el fantasma del Padre Pro, en el presente caso el dramaturgo trajo al escenario la figura del fantasma de Francisco I. Madero. Pero esta vez no lograba el mismo impacto ni el mismo interés dramático. Es como dice el pueblo: "nunca segundas partes fueron buenas". Por lo menos no tienen el mismo valor que en su primera realización. Aunque esa figura de Francisco I. Madero es lo más simpático de la representación.

Tal vez lo más interesante del espectáculo fue la escenografía de ese extraordinario artista que es José de Santiago, quien puso en marcha en el escenario a una especie de habitación cuadrangular abierta por los cuatro costados, que realizaba un permanente movimiento circulatorio, y cada vez al cambiar de dirección presentaba una nueva faceta del Señor Presidente. Mover semejante aparato en un estrecho escenario como lo es el del pequeño teatro Coyoacán, donde aún vaga el fantasma de Seki Sano, no es nada fácil. También la musicalización –muy apropiada y a menudo emocionante– también se debía a José de Santiago. Así como las proyecciones cinematográficas que me parecieron mucho menos necesarias.