FICHA TÉCNICA



Título obra Frivolidad es... El país de las tandas

Dirección Juan Ibáñez

Elenco Ofelia Medina, Macaria, Margarita González, Gilberto Pérez Gallardo, Rosa Quintana

Espacios teatrales Teatro Hidalgo




Cómo citar Rabell, Malkah. "El país de las tandas en el Hidalgo". El Día, 1984. Reseña Histórica del Teatro en México 2.0-2.1. Sistema de información de la crítica teatral, <criticateatral2021.org>



TRANSCRIPCIÓN CON FORMATO

imagen facsimilar

El Día

Columna Se alza el telón

El país de las tandas en el Hidalgo

Malkah Rabell

Las revistas por lo general cuentan con salas especializadas en todas partes del mundo. En México este género se presenta en el Blanquita, y hace unos 40 años, se presentaba en el Lírico y en el Follies, o en las Carpas. De repente el Género Chico pasa al Hidalgo, teatro que desde su construcción por el IMSS, hace 15 años, o más, fue considerado una sala de lo más seria, para un repertorio a menudo clásico. Durante una prolongada temporada lo ocupó el Teatro de la Nación con obras de la máxima calidad aunque no siempre gozaron de éxito. Ya hace unos meses en el escenario de ese precioso teatro subió La mujer del año, que armó un auténtico escándalo por su mala calidad y por su frivolidad. Ahora sigue otra frivolidad, que la tiene hasta en el título: Frivolidad es... El país de las tandas. No tardaremos en considerar al Hidalgo como una especie de Carpa México.

Todo el mundo sabe que para conseguir boletos en el Blanquita es necesario comprarlos con unas semanas de anticipación. Para retirar sus entradas el día no del estreno, sino el 24 de julio, dedicado a la prensa, que lo que menos tenía era gente de la prensa, el público era tan denso y tan desesperado por obtener sus pases en la taquilla que en lugar de una "cola" disciplinada, se hizo una "bola" tan salvaje, que para las personas carentes de saludables codos y puños, resultaba hasta peligrosa. A las 10 P. M., todavía entraba gente y hacía levantarse a otros que tenían los mismos asientos. Desde luego, todo ello impedía ver el espectáculo a quienes ya estaban sentados. ¿Y todo ello para qué? Para ver una revista pretendidamente: "¡Musical, Cómico Política, Sicalíptica!..."

Y esta revista: "¡Musical, Cómico Política, Sicalíptica!" ¿en qué se distinguía en qué se diferenciaba de otras representadas en el Blanquita? Ni siquiera le veo diferencia de las viejas revistas del Follies o el Lírico. Por lo menos en aquella época en las revistas cómicas y cómicos especializados en el género. Estaba Cantinflas en el Follies y Roberto Soto en el Lírico. El primero tenía incontables ángeles en el alma y en el cuerpo; en cuanto a Soto "fue un fenómeno del repentismo; se le ocurrían, de repente, chistes y bromas de insólito impacto", según lo analizó Armando de Maria y Campos en su El Teatro de Género Chico en la Revolución Mexicana. En cambio, en esta Frivolidad es... el de los chistes era el cómico Borolas, dueño de una especial antipatía. En lugar de una Amelia Wilhelmy, que parecía una borrachita por naturaleza, tuvimos a Ofelia Medina, -excelente actriz tanto del drama como de la comedia– de lo más fuera de lugar en un personaje vilhelmiano, en un papel de borrachita muy populachera. Tampoco su compañera, Macaria, en el personaje de otra borrachita, convencía. Ambas, detenidas en una comisaría, tenían que exagerar, sobreactuar, caricaturizar para estar a la altura de sus figuras. Mas, lo único que lograban era aburrir. Por lo menos a mí.

Probablemente la única en convencer con su voz de primadonna, era Margarita González, que de tanto en tanto daba muestras de su capacidad lírica en diversos papeles. Junto con Gilberto Pérez Gallardo hacían pareja de barrenderos del escenario cuando la compañía abandonaba el edificio. En cuanto a todo el conjunto, no puedo recordar una sola escena que me haya gustado o divertido. Ni Los perros y gatos de la capital, ni La pitonisa, ni siquiera La sacristía, resultaban graciosos. La sacristía hubiese podido divertir con un poquito más de finura, o un poquito menos de grosería, Tampoco Rosita Quintana convenció cantando un tango vestida de hombre. Resultaba muy desagradable. La Abertura nos hubiera gustado probablemente si se tratara de música en vivo en lugar de una cinta grabada.

El espectáculo pretendía a una unidad de tema, lamentablemente resultó muy deshilvanado. El espectáculo quizás basaba su fuerza en los chistes políticos. Lo que no tiene nada de muy original. En esas bromas y en el sentido del humor político, se basaba todo el antiguo género chico y aún se basan no pocas obritas supuestamente cómicas. Personalmente me encantan los chistes políticos. Son los que mayor posibilidad dan a la inteligencia de manifestarse. Lástima que la mayoría de los actores hablaban con poca claridad, carentes de dicción, y rara vez se lograba comprenderlos. Pero el público sin duda los comprendía, porque se reía constantemente.

En este espectáculo, no menos extraño que el Hidalgo –transformado en una especie de carpa lujosa– se nos hacía Juan Ibáñez. Director de mucho prestigio y de muchos éxitos. que inició su labor teatral en la Universidad y que realizó unas preciosas representaciones para niños, no comprendíamos por qué se volvió tan amante del género chico. Y lo que más nos sorprendía fue que no pudo darle mayor calidad ni mayor unidad a este género. Bajo el pretexto de imitar las "tandas" de antaño no buscó imponerle a esa Frivolidad es.. ni originalidad, ni modernidad, ni novedad algunas.